Queridas hermanas de raza y género,
Espero que al recibo de estas líneas se encuentren bien. Ya sé que estuve
ausente por casi 10 años exactamente, cuando recibí mi grado doctoral y casi
pierdo a mi hijo. Me tuve que distanciar de aquel campo de batalla, rodeada
de mujeres académicas que canibalizaban y capitalizaban mis ideas,
acompañada del aislamiento y la indiferencia.
Al trabajar el tema del racismo sistémico en Puerto Rico, América Latina y la
diáspora desde la voz de una mujer negra, como era de esperar, me encontré
con mucha resistencia y fui víctima de discriminación y microagresiones de
manos de académicos Latinx. Hice lo mejor que sabía, quedarme callada y
seguir adelante con mi trabajo. Eventualmente, mi cuerpo negro no pudo
aguantar y estallé en una depresión que me duró varios años.
Ser la única mujer negra Latinx en mi departamento y en muchos otros
círculos académicos fue una experiencia traumática. Con diploma en mano,
creía que las oportunidades de trabajo iban a llover; desafortunadamente, no
fue mi experiencia. Mi decisión de dejar la academia, en aquel momento, fue
un acto de self-preservation (Audre Lorde). Era hora de cuidarme.
Mujeres, soy otro testigo de los efectos del racismo y la salud física y mental.
Pongamos nuestra salud primero; sabemos de los numerosos compromisos
que conlleva una vida de profesora, activista, maternar, parejas, etc.
Como mujer negra Latina, el compromiso de trabajar el tema del racismo y la
desigualdad en nuestras comunidades es personal e igualmente agotador y
frustrante. Al mismo tiempo que pensaba que mi trabajo serviría para
avanzar la agenda anti-blackness (anti-negritud) en Puerto Rico, igualmente,
muchos aniquilaban mi esfuerzos con la actitud -en Puerto Rico, las cosas son
diferentes, y que yo estaba muy influida por la diáspora en EE. UU-.
Es desconcertante seguir escuchando el debate sobre el término “‘Negrita/o”
como concepto aceptable y no racista. Por otro lado, el no atreverse a utilizar
el término Negra/o en los medios de comunicación cuando hablan de
personas como yo. Mientras otrxs académicxs están apropiándose de nuestras identidades, temas de investigación, carreras y oportunidades de fondos y convirtiéndose en estrellas de la academia, nuestros cuerpos están siendo utilizados para llenar las cuotas, y sufriendo estragos físicos y emocionales.
Les diré que, en un momento, pensé tener una crisis de identidad -scholarly
identity-. En aquel momento, no pensé que era multifacética. Yo no soy
únicamente un producto de mi formación académica, áreas de
especialización, inclinación metodológica, publicaciones, agenda de
investigación, reputación y cualquier cosa que pueda ser importante en mi
campo. Pude hacer las paces, y estoy mucho, mucho más tranquila.
Regresé a la universidad a trabajar; ahora soy consejera y volví a mis raíces, al
campo de la bibliotecología e información. El estrés relacionado con raza,
racismo y las microagresiones continúa, pero ahora suelto lo que puedo y
reporto lo demás, pues valorizo mi salud.
¡Gracias mujeres por su trabajo!
Maritza Quiñones
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